Como el viaje ya no era sine die decidí comprarme un reloj. Ritualice. Llevo todo el viaje sin reloj y el anterior se estropeo justo antes de partir. Para tan crucial compra elegí una ilustre relojería del centro de Quito, Relojería León, regentada por Don Marco Bolívar León, relojero profesional. De su coqueto y surtido escaparate elegí, por catorce dólares, un «Casio water resist» azul eléctrico de los de toda la vida, con cronometro y todo. Ya tengo tiempo.
Y con el tiempo prendido en la muñeca seguimos rumbo sur. Continuamos disfrutando del precioso paisaje andino de Ecuador, culebreando con nuestro autobús entre montañas y pasando junto a las faldas del impresionante Cotopaxi. Y llegamos a Riobamba, un lugar en donde ni siquiera deshicimos las mochilas. Aun así, Riobamba tiene un paseíto, de esos de los de café entre medias, y una catedral con una bonita portada, aunque lo más destacable de Riobamba es la imagen del majestuoso volcán Chimborazo asomándose a las calles de la ciudad. En Riobamba compramos los billetes para el famoso tren de la «Nariz del Diablo», el llamado en su tiempo «el ferrocarril más difícil del mundo», un tren que mediante un zigzag cavado en roca, y avanzando y retrocediendo, unía la costa ecuatoriana con Quito salvando la gran altura andina que separa los dos puntos. En la realización de esta enorme obra murieron en torno a 4000 esclavos negros de Ecuador y Jamaica, mano de obra forzada que casi no se menciona en ningún lado, y la guía del tren, pobrecita mía, llego a decir que murieron tantos por su culpa, porque no utilizaban los explosivos correctamente, que cada uno busque el calificativo más adecuado a esta afirmación. Estuvo bien el viajecito en tren, nosotros lo hicimos desde Alausí, es una auténtica «montaña rusa» andina entre preciosos paisajes. Yo me había currado un video de 19 minutos del recorrido del tren, pero de momento los virus de todos los pelajes que habitan en mi tarjeta no me dejan colgarlo, a ver si puedo en el futuro.
La Nariz del Diablo.
Del tren de la «Nariz del Diablo», de Alausí, continuamos hasta Cuenca, y la encontramos en fiestas, era la virgen de agosto, que nunca me acuerdo como se llama, y tuvimos la suerte de ver bailes regionales por las calles y la suelta de globos de papel en la noche que volaban con la llama de una pequeña candela en su interior, era precioso ver como ascendían y se alejaban cubriendo el cielo estrellado con sus caprichosas constelaciones de colores, aunque de vez en cuando te caia alguna que otra gota de cera caliente, precioso. En Cuenca también vimos nuestras primeras ruinas incas, dimos nuestros paseítos de rigor, comimos en un suculento vegetariano, y no recuerdo más a parte de los mármoles azules de las cúpulas de su catedral. Y de Cuenca partimos hacia el Perú, y el viaje no fue baladí, ocurrieron cosas, y cosas bastante extrañas. Para empezar nos pusieron la peli de Cobra en el autobús, y de repente en mitad de una de las matanzas de Estallone, de esas en las que no se quita las gafas de espejo ni el palillo de la boca, paran el bus y suben dos personas muy aceleradas y atacadas, eran dos taxistas que buscaban al responsable del atraco a un compañero en esa misma carretera hacia solo unos minutos, fue un momento de mucha tensión, después de rastrear entre el pasaje no encontraron al caco, y siguieron su búsqueda, el caso es que al rato, aun duraba la matanza «del Silvestre» en la pantalla, una pasajera, una chiquilla que viajaba con su bebé, empieza a dar gritos y alaridos, yo pensaba que le había pasado algo al niño, pero no, era a ella, se le habían quedado paralizados los dos brazos, y estaban rígidos y como girados, me recordaba a los enfermos de poleo, estaba muy asustada y nerviosa, se monto un revuelo tremendo y después de dirimir con la concurrencia se determino que se llamara a una ambulancia, pero estábamos en mitad de la nada, así que se pensó en llevarla al hospital más cercano, y que su cuñada, que viajaba con ella, se bajara y la acompañara, pero ellas no querían, por lo visto la enferma era inmigrante ilegal, era peruana, hicimos lo posible por convencerlas de que era grave pero no querían, tenían miedo. Al final tumbamos a la chiquilla para que estuviera más cómoda y la Roberta se ocupo del bebé, la cuñada de repente se desentendió de todo el tema, todo muy raro, yo seguí insistiendo para que fueran a un hospital pero nada, y el conductor pasaba de todo, una película tremenda. El caso es que después de un buen rato se le paso la parálisis, todos nos tranquilizamos un poco y seguimos viaje. Yo me estrese bastante por el hecho de que no querían bajar a que la atendieran a pesar de que ya se le hubieran pasado los síntomas. Menudo viajecito, al menos quitaron la peli de Cobra.
Joder! tiene el palillo hasta en la portada, la cantidad de mierda que hemos visto de pequeños.
El paso de Ecuador a Perú se nota y mucho, el paisaje cambia radicalmente, siguen siendo los Andes pero desérticos, así que de golpe dejamos atrás el verdor ecuatoriano y nos adentramos en el árido Perú. La primera parada en Perú la hicimos en Trujillo, que nos gusto mucho. Esta en mitad del desierto, entre los Andes y el Pacífico, tiene un aire árabe por las construcciones, los colores y la luz, y una bonita plaza principal muy restaurada. Pero lo que más me gusto es el ambiente de las calles al anochecer, se llenan de gente paseando de aquí para allá, con muchas ganas de disfrutar el final del día, esto es algo que me ha gustado mucho del Perú, la alegría en la calle al atardecer, me conecto un poco con España. Desde Trujillo visitamos en un tour la Huaca del Dragón y las ruinas de la ciudad de Chan Chan (1300 AC), es la ciudad de adobe más grande del mundo, un paisaje espectacular de adobe derrumbado al borde del Pacífico, los dos lugares pertenecieron a la cultura Chimu, cultura pre-inca. También en Trujillo empezamos a disfrutar de la variada y rica gastronomía peruana, incluyendo la comida chifa, excepcional caso de simbiosis de comida china y criolla. La variedad peruana fue un alivio después del sota, caballo y rey que traíamos desde Centroamérica, es decir: arroz, frijoles y pollo.
Chan Chan.
En Trujillo nos cogimos un bus de lujo que nos llevo por preciosos paisajes desérticos al borde del Pacífico hasta Lima, en ocasiones la carretera era una línea entre enormes dunas empinadísimas que caían al océano, un espectáculo. En Lima estuvimos de paso ya que teníamos que irnos camino de Machu Picchu, habíamos reservado los billetes de tren hacia un mes y no quedaba otra, así que paramos un día en Lima y nos fuimos a Cuzco, también llamada Cusco, la mítica capital inca y del virreinato español del Perú, el ombligo del mundo para los incas. Una ciudad preciosa construida sobre las piedras de la antigua urbe inca, ruinas y herméticos muros incas coronados por solemnes iglesias católicas. Quizás, junto con Antigua, en Guatemala, y con Quito, Cuzco es de las ciudades más bonitas que he visitado en el viaje americano. Pero Cusco tiene una trampa, una maldición inca, la altura, está a 3400 metros de altura, lo que supone un «soroche» (mal de altura) asegurado, y más viniendo en un día desde Lima que esta a nivel del mar, nosotros tuvimos un poco, no demasiado, pero lo suficiente para estar cansadillos, embotados mentalmente y dormir mal, es lo que hay. En Cusco estuvimos un par de noches sobrellevando el mal de altura y ratoneando despacito la ciudad, nos gusto mucho.
Plaza de Armas, Cuzco. Foto>Roberta
Calles de Cuzco, el muro de la izquierda es inca. Foto>Roberta.
Foto>Roberta
Desde Cusco marchamos en un autobús local atravesando el Valle Sagrado inca hasta el pueblo de Ollantaytambo, enclavado entre montañas y al pie de la mítica ciudadela donde los incas, guiados por Manco Inca, derrotaron por primera vez a los españoles. En Ollantaytambo teníamos que coger el tren a Machu Picchu a la mañana siguiente, y de paso nos alivió un poco el mal de altura porque está un poco más bajo que Cuzco, pero se nos presento otro problema, y es que «a perro flaco todo son pulgas», y es que se nos ocurrió hacer una cena de sándwiches en el hotel, muy típico nuestro, y para ello compramos un rico queso fresco en un puesto del mercado, de esos con suero y todo, ya nos vale! en que estaríamos pensando, exceso de confianza quizás. El caso es que nuestra amiga la diarrea volvió a visitarnos, y encima en la mañana que íbamos a visitar Machu Picchu. Nos teníamos que levantar a las 4.30 de la mañana para ir a coger el tren y justo recién levantado atacó la bicha, yo fuí el primer afectado, maldita sea!, no tenía diarrea desde Guatemala y me tenía que dar justo ese crucial día del viaje, afortunadamente era leve y pude seguir, pero me dejo debilucho. A Roberta le atacó a la vuelta de Machu Picchu y le dió más fuerte, le duro dos días, lo paso mal la pobrecilla.
Muro interno de la ciudadela de Ollantaytambo, impresionante el trabajo y el encaje de la piedra.
En el tren conocimos a cuatro chicas vascas que habían estado haciendo un voluntariado en el interior del Perú, en seguida hicimos buenas migas y a mí me sirvieron también para olvidarme de la diarrea en ciernes. Estaban, al igual que nosotros, emocionadas con el hecho de conocer el mítico Machu Picchu, este lugar tiene algo de especial y mágico que atrae a todo el mundo, un poco como las pirámides de Egipto. Así que en buena compañía y con muy buena conversación, nos contaron muchas cosas interesantes de su voluntariado, nos fuimos tod@ junt@s de la mano a visitar la maravilla que es Machu Picchu.
En el tren a Machu Picchu, con nuestros gorros andinos recien comprados, a mi se me nota en la cara la diarrea. Foto>Isabel
Machu Picchu era uno de los lugares estrella de este viaje, quizás el que más deseaba conocer, y no me defraudo, es espectacular, una auténtica maravilla escondida en mitad de los Andes, y luego esta lo que no suele salir en las fotos, el entorno, el entorno increíble de montañas enormes y preciosas alrededor de la mítica ciudad. Nosotros nos dedicamos a patearla y a contemplarla desde distintos ángulos, hicimos muchas fotos y de vez en cuando nos quedábamos embelesados y en silencio contemplando la ciudad que tanto rondo nuestra imaginación en el pasado y que ahora teníamos delante, y en bajito te repetías – ¡Machu Picchu!-, un lujo de día, y de compañía, estuvimos muy a gusto con Igone, Isabel, Leire e Itsaso, muy buen rollo, encima nos hizo muy buen tiempo, tanto que tod@s acabamos quemados por el Sol, pero encantaos, ni te importaba. Hicimos una comida de extranjis, esta prohibido, contemplando las maravillosas vistas, y para terminar, y siguiendo a Itsaso, hicimos todos juntos «el saludo a la tierra», unas asanas de yoga, que fue el perfecto final a la visita más esperada. Porque para esto viajamos, por lo menos yo, para conocer lugares como Machu Picchu, lugares que ya habitaban en nuestra imaginación y que necesitamos conocer, y para conocer lugares que ni por asomo nos podíamos imaginar, por ejemplo: Bagan, en Myanmar, o Angkor, en Camboya, o Teotihuacan, en México DF, o los Annapurnas y el desierto de Kali Gandaki en el corazón de los Himalayas…
Foto>Roberta
Las feminas al completo, de izquierda a derecha: Roberta, Isabel, Leire, Igone (delante) e Itsaso (detras).
Munduz Mundu!! (a través del mundo!). Leire es profesora de una Ikastola (centro escolar donde se imparten las clases en vasco) en Iruña (Pamplona), anualmente se hace una fiesta entre todas las ikastolas de Iruña, el Nafarroa Oinez, una celebración de la lengua vasca a través del mundo pero con una identidad propia, y este año le ha tocado a la ikastola de Leire (Ikastola Paz de Ziganda), y se les ha ocurrido, entre otras cosas, que los profesores se hicieran fotos con el lema de este año en un cartel, Munduz Mundu!, allá donde se fueran de vacaciones. Y aquí va el granito de arena de Mi Gran Viaje a esa celebración, Nafarroa Oinez Munduz Mundu!!!.
Y todos al completo, después de la comida y antes del saludo a la tierra, ya estabamos coloraos eh!.
Después del éxtasis de Machu Picchu y de despedirnos de nuestras compañeras machupicheras tornamos a Ollantaytambo, donde Roberta sucumbió a la diarrea. Pero afortunadamente al día siguiente estaba mejor y pudimos seguir con el plan previsto, el cual era recorrer varios yacimientos incas del Valle Sagrado con las mochilas al hombro para acabar durmiendo de nuevo en Cuzco. Fue otro día intenso y lleno de sorpresas, primero empezamos por la ciudadela de Ollantaytambo, de la que ya os he hablado, y luego enlazando buses locales vimos Moray y Chinchero, y de regalo inesperado tuvimos la visita a los salares de Moray.
Un servidor en la ciudadela de Ollantaytambo, algo cansado, mucho sol y poco gorro, o poco gorro y mucha cabeza.
Moray.
Salar de Moray.
Y al día siguiente desde Cuzco visitamos, también en bus local, el maravilloso yacimiento de Pisac, toda una sorpresa, es un conjunto de ruinas y caminos incas encaramados a una bonita montaña desde donde se ve un precioso paisaje, recorrerlo supone cerca de unas dos horas y merece la pena, a mi me encantaron los caminos incas, de hecho ya me he prometido a mi mismo que haré en el futuro un buen trekking por el Valle Sagrado, sea el Camino Inca (Capac Ñan) o no. Por cierto que Roberta al volver a Cuzco tuvo como una especie de revelación-fijación gastronómica, quizás efecto rebote de la diarrea, y redescubrió el pollo asado, se tiro como tres días apasionada por los cuartos de pollo asado, casi lo exaltaba, y yo, pobre de mí, me vi arrastrado irremediablemente.
Parte del yacimiento de Pisac.
De Cuzco nos fuimos a Arequipa, saliendo así de la altura andina, allá estuvimos un par de días muy de tranqui y ya pensando en la vuelta a Lima. Lo más destacable de Arequipa es el Monasterio de Sta Catalina, un enorme monasterio donde las hijas de las familias ricas de la ciudad se entregaban a la comunión con cristo después de pagar una gran dote en monedas de plata, eso si en apartamentitos individuales y con sirvientas eh!, que te vas tú a creer, debió ser un lugar curioso y lleno de intrigas e historias, como dijo un obispo al visitar el monasterio – ¡Esto es un Babel de mujeres!-.
El monasterio esta muy restaurado y enfocado al turismo, pero pasamos allí una buena mañana y nos inflamos a echar fotos.
Foto>Roberta
Y de Arequipa de vuelta a Lima, para ver lo que nos dejamos sin ver, es decir: un par de museos y un par de barrios, y para despedir a Roberta, sí, mi romana se me fue desde Lima hace ya unos días, se volvió a Roma y después marchara a Atenas, a la boda de la sua sorella, Auguri Gulia e Georgos!. Así que fueron días de despedida. Parece ayer cuando apareció en el aeropuerto de Cancún dispuesta a aguantarme durante tres meses. Así que eso, solito que me he quedado de nuevo. Pero sin dramas eh! que tampoco queda mucho para que volvamos a reencontrarnos. Ciao Romana!, hasta luego!
Plaza de Armas, Lima.
Semaforo y palomas de Lima.
De la ruidosa y caótica Lima, ciudad que no me gusto mucho, me marche en un sprint busero hasta Puno, a 3800 metros de altura y a orillas del Lago Titicaca, y donde volvió a asaltarme el mal de altura, y desde Puno cruce la frontera y me pase a Bolivia, a Copacabana, también a las orillas del precioso e intensamente azul Titicaca, allí pensaba quedarme unos días y escribir esta entrada del blog, pero el mal de altura y una serie de factores, entre ellos porque me dio la gana, me vine para La paz, atravesando el altiplano boliviano y El Alto, lugar muy entrañable y especial para mí. Y aquí estoy, sigo con un poco de mal de altura, ya menos, algo cansado de tanto bus desde Lima, y algo despistado con el hecho de volver a viajar de nuevo solo, estoy en pleno duelo y en plena elaboración del nuevo «software viajero» para lo que me queda, para la última parte de Mi Gran Viaje, apenas siete semanas y muchos lugares que recorrer: Sucre, Potosí, Salar de Uyuni, San Pedro de Atacama, en Chile, norte de Argentina, Paraguay, Asunción, Iguazú… y más. Hasta pronto. Ultreia!
(Para una información más detallada sobre transportes, alojamientos, fronteras, gastos y demás consultar la entrada Datos Prácticos del Viaje IV, julio 09)